Cada día, decenas de pacientes en nuestros hospitales salvan su vida o recuperan su salud gracias a la transfusión de sangre y derivados. En la medicina moderna, los tratamientos de cáncer, la cirugía compleja, los accidentes de tráfico, los transplantes de órganos, todo sería imposible sin transfusiones. Detrás de todos estos avances están miles de donantes anónimos que lo hacen posible.
La sangre no puede fabricarse, a pesar de los avances científicos en la tecnología de recombinación genética para la producción de proteínas humanas, todavía sigue siendo la donación la única fuente de sangre para la transfusión. Y la donación debe ser libre y altruista por motivos de seguridad (el donante no debe tener otro interés que el altruismo para la donación y de Justicia social: todos debemos contribuir solidariamente como deber social que es, por ello y por ley la sangre no debe ser motivo de comercio, ni se compra ni se vende).